lunes, 14 de mayo de 2012

mamiferos terrestres


Las formas asombrosas y hábitos misteriosos de 
muchos mamíferos terrestres les han valido un lugar 
destacado en la cosmovisión de las culturas antiguas.
México ocupa el tercer lugar mundial en riqueza de 
mamíferos. Alberga alrededor de 525 especies, de las 
cuales 161 son endémicas (Ceballos y Oliva 2005). Esta 
diversidad, producto de una historia geológica compleja, de su posición geográfica y de su heterogeneidad 
ambiental, comprende desde las diminutas musarañas 
hasta las grandes ballenas. El número de especies terrestres es de 475. La riqueza de mamíferos fue evidente 
desde el siglo XIX, cuando las investigaciones realizadas por Goldman y Nelson (Goldman 1951) revelaron 
que en México habitan más especies que en el resto de 
América del Norte en su conjunto.
En la mayoría de las islas de la península de Baja California hay mamíferos presentes. Las poblaciones han 
evolucionado de forma aislada a las del continente, por 
lo que el número de endemismos es alto. De hecho, el 
90% de las subespecies que habitan estas islas son endémicas (Alvarez-Castañeda y Patton 1999, 2000). El 
grupo con mejor representación es el de los roedores, 
aunque también hay formas grandes en las islas de 
mayor tamaño (ej. venados bura en isla Cedros y linces 
en isla Santa Margarita). Aquí se incluye un nuevo registro de roedor para Isla Magdalena (Peralta-García et 
al. en prensa).
Como sucede con otros vertebrados insulares, la amenaza principal para su conservación son los mamíferos 
exóticos que el hombre ha llevado a las islas y que ya 
han causado extinciones. Si bien se han realizado acciones de restauración importantes en la última década, es necesario reforzar las políticas de protección y 
de educación para lograr resultados de largo plazo.






mamiferos acuaticos


En los mamíferos actuales encontramos todos los grados de adaptación de la vida acuática. Entre las especies anfibias que sólo van al agua para comer y los cetáceos que no salen nunca del medio acuático ni aún para dar a luz a sus hijos, existen todas las formas intermedias. (Boulière, 1964)
En la mayoría de los órdenes se encuentran especies anfibias. Entre los marsupiales americanos hallamos, por ejemplo, los Chironectes , cuyas dos especies parecen pequeñas, si bien pertenecen a la misma familia de los opossums(didélfidos). Su adaptación a la vida acuática se evidencia por un pelaje corto y compacto, dedos palmeados y vibrisas táctiles muy desarrolladas. Los insectívoros cuentan actualmente con algunas especies anfibias. Además del crosopo europeo, nos hemos referido ya a la crocidura acuática del Tíbet (Nectogale), al lignogale de Madagascar y al curisoPotamogale de los riachuelos de la selva del África occidental. (Boulière, 1964)
Este último se parece por completo a una nutria, y lo poco que sabemos de su biología demuestra que se nutre de Cangrejos y quisquillas de agua dulce. Los roedores comprenden un buen número de especies anfibias: los castores (con su cola en «pala»; las ratas almizcladas (Ondatra); algunos ratones silvestres, tales como los Ictbyomys, Anotomys, Daptomys, Holochilus, Scapteromys Nectomys americanos; los Hydromys de Australia, el coipu (Myocastor), etc. (Boulière, 1964)
Los pinnípedos se reproducen una vez al año, con la excepción de la morsa (Odobentls). que sólo lo hace una vez cada dos años; el acoplamiento se efectúa generalmente unos días después del parto, lo que es posible gracias a la existencia de un útero bicorne, Ambos actos ocurren por común en el suelo o sobre el hielo, La gestación es larga (de diez meses a un año). Los pinnípedos tienen actualmente representantes en todos los mares excepto en el océano Índico. No obstante, son mucho más numerosos en las aguas polares que bajo los trópicos, probablemente a causa de la mayor riqueza de los mares fríos en zooplancton y demás organismos de que se nutren. (Boulière, 1964)
La biología de los sirénidos es, por desgracia, poco conocida: Su aspecto exterior es muy característico: cabeza robusta con numerosas vibrisas, piel gruesa y desnuda miembros anteriores transformados en aletas pectorales, estando ausentes los posteriores. La cola del animal se transforma en aleta caudal, redondeada o en forma de remo horizontal. Las diferentes formas descritas se han repartido en dos familias: los manatíes y los dudongos. Los primeros viven en las aguas dulces o costeras de los trópicos americanos y africanos. Los dudongos son sirénidos francamente marinos, característicos de las zonas costeras del océano Índico y del mar Rojo, hasta Australia y las Filipinas. Viven de preferencia en las «praderas» de zosteras y otras fanerógamas marinas. (Boulière, 1964)
Los cetáceos nos muestran una adaptación a la vida acuática todavía mas completa que los restantes mamíferos a los que acabamos de pasar revista. Su aspecto pisciforme y el hecho de que el ir a tierra sea para ellos un accidente fatal, hizo que durante mucho tiempo se los considerase como peces. El cuerpo es siempre más o menos fusiforme, la cabeza enlaza directamente con el tórax por reducción del cuello. Los miembros anteriores están transformados en aletas pectorales, sin vestigios exteriores de dedos. Los miembros posteriores faltan por completo. Si bien en las grandes especies pueden persistir algunos rudimentos esqueléticos internos. La cola se ha convertido en una aleta caudal horizontal movida por una potente musculatura; ella es, en efecto, el órgano propulsor esencial del animal. Una aleta dorsal desprovista de esqueleto óseopresente en muchas de las especies, acaba de completar su parecido con los grandes peces de altura. La piel está desnuda, a excepción de algunos raros pelos en la cabeza, y una capa de grasa, que puede a veces sobrepasar los 25 cm. de espesor, asegura un excelente aislamiento térmico de los órganos internos. Los orificios nasales se abren en la parte alta de la cabeza y forman el surtidor por donde los cetáceos arrojan el agua. Los oídos carecen de pabellón, y las mamas no sobresalen del cuerpo del animal, sino que están contenidas en una bolsa mamaria única o dob1e, que se abre por delante de la vulva. Cada mama está revestida de un músculo compresor que, al contraerse, lanza violentamente la leche en la boca del pequeño. (Boulière, 1964)
La mayoría de los mamíferos tienen requerimiento de oxígeno similares a los de los seres humanos. Estructuralmente sus órganos respiratorios son muy parecidos. Sin embargo, los mamíferos marinos pueden sumergirse a grandes profundidades y permanecer allí durante largos períodos. Un cachalote, por ejemplo, fue hallado a una profundidad de más de 1.000 metros y se sabe que permaneció sumergido durante 75 minutos. Una foca de Weddell, que es un animal mucho más pequeño, puede zambullirse hasta 600 metros y permanecer sumergida durante 70 minutos, o puede nadar sumergida a 2.000 a 4.000 metros. ¿Son sus pulmones diferentes de los nuestros? ¿Es su sangre diferente? ¿Tienen reservas de oxígeno especiales, como un submarino?. Los estudios en diferentes mamíferos buceadores han demostrado que ninguno de ellos tiene pulmones significativamente más grandes, en proporción, que los nuestros. De hecho, mamíferos buceadores como las focas exhalan antes de zambullirse, al comienzo de su inmersión. Sin embargo, el volumen sanguíneo es mayor. En los seres humanos, la sangre constituye aproximadamente el 7% del peso corporal, mientras que en los mamíferos buceadores es del 10 al 15%. El lecho vascular es proporcionalmente mayor y parece que sirve como un reservorio de sangre oxigenada. Además, la proporción de glóbulos rojos es superior y la mioglobina está más concentrada y le otorga a los músculos un color muy oscuro. Sin embargo, los fisiólogos calculan que estas adaptaciones no proporcionarían suficiente oxígeno para buceos prolongados. Un factor principal de supervivencia en los mamíferos buceadores, según han mostrado los estudios, es un grupo de reacciones automáticas que se conocen colectivamente como el reflejo de buceo. Durante el buceo, el ritmo cardíaco disminuye y la provisión de sangre a los tejidos que son tolerantes a la falta de oxígeno, como los órganos digestivos, la piel y los músculos, se reduce a una décima o a una veinteava parte de lo normal. Los músculos obtienen energía en forma anaeróbica, por glucólisis, produciendo cantidades grandes de ácido láctico y generando una deuda de oxígeno. La mayor parte del oxígeno es derivada al corazón y al cerebro, cuyas células comenzarían a morir después de unos 4 minutos sin oxígeno. El abastecimiento sanguíneo se reduce sólo ligeramente en las glándulas suprarrenales, que producen hormonas implicadas en la regulación de la tasa metabólica, el balance iónico de los líquidos corporales y la frecuencia de latidos cardíacos. En una hembra preñada, el feto también tiene alta prioridad sobre el oxígeno disponible. Estudios realizados por M. Nemiroff de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, indican que el reflejo de buceo también existe en los seres humanos. En éstos, el reflejo resulta de gran importancia durante el nacimiento, cuando el bebé debe ser privado del suministro de oxígeno especialmente en las últimas etapas del parto. La funcionalidad del reflejo se puede demostrar de un modo muy simple: la inmersión de la cara en agua fría disminuye la frecuencia cardíaca. Las observaciones hechas por Nemiroff surgieron en el curso de investigaciones de 60 individuos que estuvieron a punto de ahogarse. Se ha supuesto, en general, que una persona que permanece sumergida en agua durante 4 minutos o más en el peor de los casos morirá o, en el mejor, sufrirá un daño cerebral irreversible. En este grupo de 60 individuos, 15 habían sido rescatados después de 4 minutos o más de estar en las aguas heladas del lago Michigan en los Grandes Lagos. De estos 15 individuos, 11 sobrevivieron sin daño cerebral. Uno de ellos, un estudiante universitario que atravesó el hielo en un accidente automovilístico, permaneció bajo el agua durante 38 minutos; sin embargo, pudo finalizar su semestre de estudios con un buen promedio. Otro sobreviviente reanudó su carrera de médico en ejercicio de la profesión. Todos los sobrevivientes habían estado sumergidos en agua fría (por debajo de 21 .C), lo cual hizo más lentas las demandas metabólicas de sus células y, por lo tanto, redujo su necesidad de oxígeno. Algunas de las personas que fueron rescatadas requirieron respiración artificial hasta unas 13 horas. (Curtis, 2001).